Por Jorge Sánchez, editor general de El expreso de Guayaquil.
Ecuador, donde vivo hace dos años, es un país con muchos pobres todavía. Es una lacra en un productor de petróleo de la OPEP, porque Ecuador es un país con petróleo aunque muchos no lo sabíamos. Además de producir ese apreciado y viscoso líquido negro y de ser el lugar donde están ubicadas las islas Galápagos, Ecuador tiene otras particularidades singulares como ser una de las reservas de especies más ricas del planeta o disfrutar, en una extensión de terreno menor que España, de zonas de costa tropicales con incríebles playas, sierras nevadas con espectaculares volcanes y una apreciable cantidad de terreno de selva amazónica. Además de las Galápagos.
La diversidad de su geografía humana no es menor. Blancos blanquísimos, negros en el sentido literal de la palabra, indígenas andinos e, incluso, pueblos no contactados en reductos de la selva a los que la civilización aún no ha podido acceder. Imagínense con esta materia prima todas las mezclas posibles y sale un cóctel racial difícilmente superable.
Secularmente este ha sido un país donde la raza dominante es la blanca. Nada muy nuevo. En los últimos años el poder político lo ostenta Rafael Correa, lìder de la llamada revolución bolivariana que ha sido un pequeño terremoto en las relaciones de poder. Tampoco tanto. Ha cambiado las oligarquías tradicionales por otra casta dominante donde sus fieles son los que toman las decisiones. Y, sí, la mayoría son blancos. Los negros, los indígenas y la mayoría de los grupos mestizos tocan poco poder. Pero como el Gobierno es teóricamente de izquierdas y una de sus supuestas metas es la redistribución equitativa de la riqueza podríamos pensar que estas minorías han ido mejorando.
A mí no me parece que mucho. Las únicas mejoras,si se las puede llamar así, han sido sobre todo semánticas.A los negros no se los puede llamar negros. Son afroecuatorianos. Bueno, tampoco a los presos se les puede llamar así, ellos son personas privadas de libertad (PPL) y las prostitutas se llaman sexoservidoras.
El mundo de lo políticamente correcto quedará muy bien para salir en los periódicos o en los informativos de televisión pero es en el fondo una sutil forma de represión que aporta menos que cero a la integración de los negros, o de los indios. Seguramente habrá muchos defensores de esta depuración lingüistica con sesudos argumentos, pero lo que yo pienso es que un problema no se elimina cambiándole el nombre. Es como esconder lo que barres debajo de la alfombra. Cuando la levantes el dinosaurio todavía estará allí. Y cuando les preguntas a los negros, ellos, la gran mayoría no tienen ningún problema en que se les llame negros, o indios. Sólo quieren que se los trate con respeto y educación. Esa es la clave: educación.