Por Sebastian Rinken (IESA-CSIC)
La campaña “stop rumores” intenta desmontar falsas creencias en materia inmigratoria; creencias que en su mayoría, se refieren a la relación (valorada desde el punto de vista de la población nativa) entre costes y beneficios de la inmigración internacional. En aras de desmontar las ideas erróneas al respecto, la campaña argumenta que la inmigración no conlleva desventajas serias para los autóctonos, sino que es más bien beneficiosa. Así pues, la idea de que la inmigración pudiese conllevar tales desventajas sería, en cuanto tal, una falsa creencia; supuesto que por lo tanto, se puede superar a partir de información más apropiada.
Y efectivamente, abundan las opiniones disparatadas en este ámbito. Desde luego, los inmigrantes no han causado los problemas de sostenibilidad del Estado del bienestar, ni mucho menos, la crisis económica y el consiguiente cataclismo del mercado laboral, ni otros desajustes que azotan a nuestra sociedad. Culparles de tales (u otros) problemas estructurales sería no solo injusto, sino también inmaduro, al implicar que como sociedad, somos incapaces de asumir nuestras responsabilidades. La búsqueda de chivos expiatorios es un infantilismo.
Dicho esto, cabe puntualizar que, si llegan a plantearse en términos excesivamente generales, las argumentaciones anti-rumores pueden acabar teniendo un estatus epistemológico similar a los rumores que pretenden desmentir. Incluso partiendo de información empírica más acertada, se corre el riesgo de hacer afirmaciones demasiado contundentes y descontextualizadas. Por ilustrar, en un contexto de devaluación interna, quedaría por ver si, y en qué medida, distintos segmentos de la población activa se diferencian en cuanto a la elasticidad de su salario de reserva. Cuestiones tan delicadas y complejas no pueden zanjarse con declaraciones de fe. A efectos prácticos, esta observación sugiere que la sensibilización ha de proceder… pues de forma sumamente sensible.
Asimismo, es preciso reflexionar sobre los parámetros en los que se desarrolla la referida dialéctica entre rumores y anti-rumores. Es lógico y apropiado que la valoración del hecho inmigratorio se realice habitualmente con vistas a sus efectos sobre la sociedad receptora. Desde luego, entre todos hemos de empeñarnos por optimizar la gestión del hecho migratorio, reduciendo sus costes y aumentando sus beneficios para unos y otros. Pero no vayamos a caer en el error de pensar que nuestras actitudes ante la inmigración y los inmigrantes han de reflejar solo y exclusivamente la medida en la que nos son útiles, ya que fuese en sentido económico, demográfico, u otro. A la hora de opinar sobre las migraciones y su impacto, los ciudadanos de países relativamente acomodados carecemos a veces de la necesaria humildad.
Nadie elige su lugar de nacimiento, ni tiene mérito haber nacido en un lugar u otro del planeta. Es decir: el inmigrante podría ser Usted.